Sin duda,
R. L. Stine es uno de los más geniales escritores de
Cyberpunk (alta
tecnología, bajo nivel de vida) que he conocido. Sus inicios fueron muy
parecidos a los de Stethen King, ya que los dos leyeron Dark Carnival
(Carnaval Oscuro) y quedaron muy pertubados. Sin embargo, Stine se
dedicaría en casi la mitad de su vida a escribir a niños y un poco
después a adolescentes. Recién en estos últimos momentos hizo una
novela, llamada Red Rain (Lluvia Roja), en la cual el blanco somos
nosotros (los adultos). Y lo admiro por elllo, es decir, es interesante
ver cómo la pluma de un escritor evoluciona. Lástima que nunca podré
experimentarlo.
Stine creció en Ohio e imitió el estilo de Cuentos de la cripta, que fue
prohibido por creer que afectaba las mentes de los niños. Sin duda
podríamos escribir miles de reportes de la minoría, pero Bradbury, dueno
del Dark Carnival, en muchos cuentos suyos, retrataría a estos tiranos
demasiado bien:
"-Sí, Bigelow, uno de aquellos. Allí ardieron Poe Y Lovecraft y
Hawthorne y Ambrose Bierce, y todos los cuentos terroríficos y
fantásticos, y con ellos los cuentos del futuro. Implacablemente. se
dictó una ley. Oh, no era nada al principio. Un grano de arena en 1950 y
1960. Primero censuraron las revistas de historietas, las novelas
policiales, y naturalmente las películas, siempre en nombre de algo
distinto: la política, la religión, los intereses profesionales. Siempre
había una minoría temerosa de algo, y una gran mayoría temerosa de la
oscuridad, del futuro, del presente, temerosa de sí misma y de su propia
sombra"
"-Temerosa de la palabra política, que entre los elementos más reaccionarios acabó por ser sinónimo de comunismo,
de tal modo que emplear esa palabra podía costarle uno la vida. Y
apretando un tornillo aquí y una tuerca allá, presionando, sacudiendo,
tironeando, muy pronto convirtieron el arte y la literatura en una pasta
de caramelo, retorcida y aplastada, sin consistencia y sin sabor. Poco
después las cámaras cinematrográficas se detuvieron, los teatros
quedaron a oscuras, y de las imprentas que inundaban el mundo con
libros, revistas y periódicos, brotó una materia inofensiva e insípida,
como de un cuentagotas. ¡Oh, hasta el entretenimiento era extremista, se lo aseguro!
-¿De veras?
-Así es. El hombre, decían, debe afrontar la realidad. Debe afrontar el
presente. Todo lo demás debe desaparecer. ¡Las hermosas mentiras
literarias, los vuelos de la fantasía, deben ser derribados a tiros! Y
los alinearon contra la pared de una biblioteca un domingo por la
mañana, hace treinta años, en 1975. Alinearon a Santa Claus, y al Jinete
sin Cabeza, y Blanca Nieves y Pulgarcito, y a Mi Madre de la Oca. Oh,
¡que lamentos!, y quemaron los castillos de papel y las ranas encantadas
y a los viejos reyes, y a todos los que fueron eternamente felices
(pues estaba demostrado que nadie fue eternamente feliz), y el había una
vez se convirtió en no hay más. Y las cenizas del fantasmas Rickshaw se
confundieron con los escombros del país de Oz, e hicieron unos paquetes
con los huesos de Ozma y Glinda la buena, y destrozaron a Policromo en
un espectroscopio y sirvieron a Jack Cabeza de Calabaza con un poco de
merengue en el baile de los Biólogos. La Bella Durmiente se despertó con
el beso de un hombre de ciencia y expiró con el fatal pinchazo de su
jeringa. Devolvieron a Alicia su tamaño normal para que no gritara más
curioso y más curioso y rompieron el Espejo a martillazos, y acabaron
con el Rey Rojo y la Ostra"
Este fragmento pertenece al cuento
Usher II, de
Crónicas Marcianas, de
Ray Bradbury
A Stine no le hizo mella este asunto, y le aumentó más la curiosidad.
Elemental, Watson. Si yo prohibo tanto algo, lo único que gano es que el
muy rebelde continue con las acciones non santas.
Hubo muchos detalles que lo obsesionarían por siempre, como:
- El miedo a encogerse: que lo provocó su propia familia con una broma pesada que yo no le haría a ningún niño.
"Pero sé donde saqué la idea de Las aventuras de Menguaman. Fue una idea robada... a mí mismo."
"Un día, cuando tenía diez u once años, mi madre se quedó mirando la
marca que acababa de hacer. Tenía los ojos abiertos como platos.
-No me lo puedo creer. Eres dos centímetros más bajo.
-¿Qué? -jadeé.
-¡Te has encogido! -gritó Bill con una carcajada.
-Déjame ver -dije. Giré sobre los talones para examinar la marca en la pared.
Entonces Bill y mamá rompieron a reir. Me estaban gastando una broma.
No me hizo ninguna gracia. Me puse a pensar qué pasaría si empezara a encoger de verdad."
Así empieza a nacer un pensamiento que será dificil después de sacar en él:
"¿Por qué le sucede esto? No tiene la menor idea, pero se le ocurre
una pregunta aún más terrorífica:¿continuará haciéndose más y más
pequeño hasta desaparecer para siempre?"
Digamos que se hace la misma pregunta que Richard Matheson, creador de
Soy Leyenda y El hombre menguante (del cual Stine toma molde para su
propia historia, y además lo hace muy bien el desgraciado. Me engaño
fenómeno. Y si bien toma algunas cosas de Matheson, el resto son
totalmente suyas)
Digamos que cualquier escritor puede usar las ideas y frases de otro,
mientras que no haga plagio. Como el turro de Paulo Coello. Y pensar que
esa basura se vende... en fin.
- Miedo a los muñecos
- Miedo al control mental y al labado de cerebro
Señor Stine, debo coincidir en éste último temor, ya que toda mi vida
aluciné con agentes secretos y con que ellos, o el Gobierno, como bien
marca Bradbury, o incluso más alienadamente Philip K. Dick; me
atraparían y me encarcelarían, sino observe el relato de Ray El peatón.
Ah, señor Stine, ¿usted leyo a
Philip K. Dick? Digo, no lo acuso
de nada. Pero es muy obvio que en sus obras (en las tuyas y en las de
Dick) hay un desplazamiento del mundo objetivo por el subjetivo. Y esto
sucede como una constante.